TRAGEDIA

Cuando ocurren tragedias que dejan el ánimo perplejo por su magnitud y también por lo dolorosas que resultan, es casi inevitable que nos planteemos determinadas cuestiones.

Algunas están relacionadas con la torpeza con que se manejan los lugares públicos o la avaricia de quienes tienen como objetivo rentabilizar sus inversiones.

También nos recordamos tardíamente de las imprevisiones o de la falta de responsabilidad de quienes deben hacer cumplir las normas que rigen los espacios destinados al público.

Incluso se puede hablaTRAGEDIAr de eso que se llama destino de personas jóvenes que ven destruidas sus vidas y también destruyen las vidas de sus familias incapaces de reaccionar frente al dolor.

Esta escalada de reacciones lleva a muchas a preguntarse dónde estaba Dios en determinadas circunstancias, ¿por qué si nos ama como dicen, no impidió que ocurriera una tragedia?

Es en estos momentos cuando debemos reflexionar acerca de la responsabilidad de los actos de los humanos y de la responsabilidad de Dios sobre ellos.

Cuando ejercemos el libre albedrío para vivir como nos gusta sin normas y sin rendir cuentas a nadie, no nos acordamos de Dios. Es más renegamos hasta de su propia existencia.

En las horas del impacto de la tragedia y del dolor que produce, seamos reflexivos y pensemos en cuánto nos ama Dios a pesar de nuestras rebeldías y también de nuestras decisiones equivocadas.

Hebreos 6:18
Diego Acosta García

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