Hace un tiempo leímos una frase que nos impactó porque pone de manifiesto la importancia que tienen en la vida de las personas, dos cuestiones de distinto significado.
La frase dice: Hazme llorar con la verdad, para que no me destruyas con la mentira. Toda una declaración de principios que se basa en la certeza del poder destructivo de la mentira.
En estos tiempos en lo que todo resulta relativo, todo es ambiguo y sin definición, apelar a cuestiones tan categóricas supone un llamado de atención sobre el que debemos reflexionar.
La Palabra de Dios tiene rotundas precisiones tanto sobre la Verdad como sobre la mentira. La Verdad es uno de los sostenes fundamentales de nuestra fe.
La mentira en cambio tiene como padre, precisamente al mayor enemigo de nuestra fe, por lo que el conflicto además de inevitable tendrá siempre un final definitivo.
Suponemos que el autor de esta frase no tiene necesariamente que se un creyente, pero sí se revela como una persona de principios que es necesario alentar y defender.
Debemos adoptar firmes posiciones tanto con relación a la Verdad como con relación a la mentira, porque representan el modelo de cómo tenemos que vivir y el modelo de cómo nos podemos apartar de nuestra fe.
Salmos 25:5
Diego Acosta García