He leído que una joven mujer comentaba que tenía vergüenza de hablar sobre quienes eran sus padres.
Primero con sutileza y luego con toda claridad, decía que esa vergüenza la afectaba en las relaciones personales y especialmente con la familia de quién era su novio.
Admito que la declaración me causó una profunda sorpresa, porque comprendía la situación, pero me costaba imaginar lo que ocurriría con esta hermana.
Podemos tener vergüenza de nuestros padres?
Quizás si la mujer de la historia hubiera pensado en la profundidad del mandato bíblico con relación a nuestros padres, no lo hubiera hecho.
De acuerdo a lo que dijo la hermana, tal vez imaginaba que una de las soluciones posibles era inventarse un pasado y con sus padres escondidos en un cajón profundo y con varias llaves para no ser abierto.
El caso me dio una gran pena!
Por ella y porque recordé cuántas veces he omitido hablar de mis padres, quienes eran, que hacían, de donde habían venido y donde estaban.
Acaso no fue advertido Pedro de que negaría a Jesús?
Si negamos a nuestros padres, un día haremos lo que el discípulo negó. Y ocurrió, no una sino tres veces!
Negar a nuestros padres, en el fondo no es otra cosa que negar la Autoridad de Dios!
Negar a nuestros padres es pretender corregir lo que el Eterno ha establecido como bueno, lo que nos coloca en una abierta posición de rebeldía.
Negamos a nuestros padres y no somos capaces de afirmar que somos hijos del Rey de Reyes!
Salmo 103:17
PT – Mas a misericórdia do Señor é de eternidade a eternidade sobre aqueles que o temem, e a sua justiça sobre os filhos dos filhos.
ES – Mas la misericordia de Jehová es desde la eternidad y hasta la eternidad sobre los que le temen, y su justicia sobre los hijos de los hijos.
Diego Acosta / Neide Ferreira