Frecuentemente nos sorprendemos pensando en los días en que vivimos, en los buenos momentos que pasamos, en los gratos que nos resultaron determinados momentos. Frecuentemente miramos hacia el pasado.
Pareciera ser una forma de olvidarnos del presente, de escaparnos de la realidad que tenemos que afrontar cada día, de refugiarnos frente a hechos que nos preocupan y que no son de nuestro agrado.
Demasiado frecuentemente el pasado ocupa el presente de nuestra vida y esto afecta también a nuestro futuro. La cuestión es: ¿Por qué miramos hacia el pasado y no miramos hacia el futuro?
Seguramente habrá tantas respuestas como personas contesten, pero nos atrevemos a asegurar que en el fondo se trata de una fuga hacia lo conocido en lugar de afrontar lo que desconocemos.
Una fuga hacia lo que vivimos, aunque no nos sea demasiado grato porque no nos atrevemos a afrontar la realidad de este día y mucho menos la incertidumbre del futuro.
Debemos romper con esta costumbre de mirar hacia el pasado. Debemos recordar que la misericordia de Dios se renueva cada día y que mañana también la tendremos, nueva y amorosa como la tenemos hoy. No volvamos nuestra mirada al pasado.Lo mejor está por venir.
Eclesiastés 7:10
Diego Acosta García