ASÍ COMO JUZGUEMOS…

Tal vez con demasiada frecuencia estamos dispuestos a censurar determinadas actitudes de las personas con las que convivimos o que forman parte de la sociedad de nuestro tiempo.

Tal vez con excesiva asiduidad estamos propensos a ejercer una crítica a veces feroz, sobre determinados comportamientos que consideramos poco apropiados o indignos.

Esta predisposición a tener actitudes inflexibles frente a la conducta de nuestros semejantes, nos lleva a transformarnos en jueces implacables de prácticamente todo el mundo.
Frente a esta realidad cabe preguntarnos: Cuántas veces analizamos con el mismo rigor que a los demás, nuestras actitudes personales? Cuántas veces confrontamos nuestras decisiones con la Palabra de Dios?

Es más que evidente que juzgar y criticar a los demás de demasiado fácil, lo verdaderamente difícil es asumir frente a ellos una actitud de amor y de misericordia.

Mucho más, cuando eso es lo que reclamamos cuando nos convertimos en protagonistas de historias de malas acciones o conductas impropias de creyentes.

No juzguemos sin amor ni misericordia, porque esa será la medida que se utilizará para juzgar nuestros propios actos. Entonces nos arrepentiremos de haber sido tan rígidos e inflexibles.

La extensión de la vara con la que seremos juzgados la determinamos nosotros mismos con nuestras actitudes frente a las demás personas. Si buscamos amor y misericordia, obremos con amor y misericordia.

Salmos 7:8
Diego Acosta García

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