EL JOVEN RICO

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Un hermano comentaba su sorpresa y desasosiego luego de haber leído la historia de Jesús con el joven rico que deseaba heredar la vida eterna.

Decía: Por qué si alguien tiene posesiones debe venderlas, si en el mundo celestial no cuentan las riquezas?

Que haría el joven rico con sus posesiones en el Reino de los Cielos? Como no le servirían de nada, para qué tendría que venderlas?

Y reflexionó: Tal vez por eso se fue triste y afligido tras haber conversado con Jesús. Además, lo más probable es que no hubiera vendido lo que tenía.

Me resultó sorprendente el argumento y pensé mucho en las palabras del hermano. Y una de las conclusiones a las que llegué, fue cómo pueden resultar de diferentes las opiniones sobre la lectura de un mismo asunto.

Tampoco esto es algo novedoso, pero tratándose la Palabra de Dios, no cabe ninguna duda que deberíamos tener pensamientos más centrados en el propio Texto.

No volví a ver al hermano que había planteado el tema, pero más de una vez pensé que le diría si lo encontrara y volvía a surgir la historia del joven rico.

Creo que le diría que quién tiene el afán del dinero en su corazón, cualquiera que sea la magnitud de sus posesiones, probablemente obraría como el joven de la historia.

Nadie que tenga el dinero en su corazón, puede tener espacio en su interior para que el Espíritu pueda obrar el milagro del arrepentimiento y recibir el perdón.

Nadie!

Por tanto tengo la certeza que la cuestión no es la dureza con la que habló Jesús sino la dureza del corazón de quién lo escuchó.

Marcos 10:21

Jesús le miró y sintió afecto por él, y le dijo: Una cosa te falta; anda, vende cuanto tienes y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz.

Diego Acosta / Neide Ferreira