LA VANA-GLORIA

El Apóstol Pablo nos ha advertido acerca de todo lo que significa la jactancia con relación a nuestros talentos, facultades o méritos que hayamos podido conseguir.

Esa advertencia tiene mucho que ver con la esencia de la condición humana, tan altamente proclive a sobrevalorarse y a estimarse más allá de la verdadera valía.

El mundo nos estimula también a vanagloriarnos como hombres que somos, ya que por solo el hecho de ser hombres ya tenemos motivos para jactarnos de nuestra importancia.

Vivir con la vanidad a cuestas nos puede alegrar en determinados momentos, cuando otras personas por las razones que sean, nos estimulan en la misma dirección.

Vivir en vanagloria nos aparta de los valores importantes con los que sí debemos vivir y vamos transformando nuestro mundo en  un auténtico pequeño reino donde somos una especie de reyezuelos.

Pero debemos de estar preparados para cuando llegue la hora de la adversidad y entonces comprendamos que todo aquello que insensatamente creímos de nosotros mismos, no tiene ningún valor.

Puede que entonces llegue el momento en el que necesitaremos ser humildes para reconocer nuestros errores, para proclamar nuestros pecados y para pedir perdón a Dios, por la vana-gloria en la que vivimos.

Filipenses 2:3
Diego Acosta García

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