NO SEAMOS ESTANQUES

Si miramos con franqueza nuestro interior, tal vez descubramos que poco a poco nos hemos ido convirtiendo en un estanque donde las aguas permanecen quietas.

Nos podemos preguntar: Que ha pasado para que las aguas dejen de fluir y se conviertan en un estanque? Que ha ocurrido en nosotros para que nos hayamos convertido en un estanque espiritual?

Cada cual tendrá su respuesta, pero podemos decir que no es bueno que seamos estanques porque si las aguas dejan de fluir, lentamente van perdiendo su pureza y se convierten en algo peligroso y contaminado.

Busquemos en qué lugar y en qué momento las aguas dejaron de fluir, dejaron de ser aguas vivas llenas de bendición y se convirtieron en un estanque oscuro y cada vez más denso.

Las aguas vivas deben alimentar nuestro interior, para purificarlo y convertirlo a su vez en otra fuente de vida, para ser capaces de alimentar de vida a quienes lo necesitan.

Los ríos de aguas vivas deben de correr libres, impetuosos, saludables en nuestro espíritu, para que la renovación sea posible y podamos servir con alegría a quienes nos rodean.

No seamos estanques. No impidamos que las aguas vivas sean aguas de bendición.

Jeremías 17:13

Diego Acosta García

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