PERDER A UN AMIGO…

Hace un tiempo en una de esas conversaciones aparentemente sin mayores derivaciones, surgió un tema que complicó todo: Una persona dijo que era necesario actualizar el Evangelio.

Para nuestra sorpresa dijo que para poder llegar a los jóvenes deberíamos cambiar los Textos para que resultaran atractivos y de esta manera poder evangelizar mejor.

Como es natural varios nos opusimos a este planteamiento y algunos lo hicimos con más vehemencia que otros, lo que originó que la placidez de la conversación derivara en una auténtica discusión.

En ese momento nos preguntamos: Está bien proceder de esta manera? No deberíamos tener una actitud menos rígida y más complaciente? Tal vez sería conveniente dejar pasar la cuestión y cambiar de tema?

Lo cierto es que el Espíritu nos guió a mantener una postura categórica porque no se trataba de ninguna cuestión menor, sino de algo verdaderamente importante.

Esto debería ser así no solo por nuestro testimonio sino por las conclusiones  que las otras personas que participaban de la conversación, podían llegar a formarse al ver cómo abandonábamos un tema tan trascendente.

No era una cuestión personal, era un tema relacionado con los principios que recibimos. Y en ese momento decidimos perder a un supuesto amigo, para no permitir que se tergiversara la Palabra de Dios.

Amós 3:3
Diego Acosta García

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