SÉPTIMO MILENIO: ARIEL SHARON

Al referirse a la muerte de quién fuera general y primer ministro de Israel un canal de noticias de Alemania, además del nombre colocaba este subtítulo: CRIMINAL O HÉROE.
Tal vez en estas dos palabras esté sintetizado el juicio de los hombres para alguien que asumió sin ninguna clase de dudas, la alta responsabilidad que le confió su país.tumba
En menos de 20 años Israel había librado cuatro guerras que tenían un significado mayor que una victoria o una derrota militar. Una victoria aseguraba la supervivencia. Una derrota, la desaparición.
Si no se percibe la brutal diferencia entre estos conceptos difícilmente se entenderá la la enorme tarea que confió el Estado primero a su general y luego las urnas a su primer ministro.
Sharon luchó siempre por la existencia de su país constantemente amenazada por los enemigos árabes, que antes y ahora, buscan su desaparición.
Si se puede considerar exagerada esta afirmación, tal vez se podrían recordar los prolongados e infructuosos intentos de paz entre Israel y los vecinos, radicalizados bajo el imperio de la fe musulmana.
Esto sin contar que Sharon debió actuar siempre en el marco de las leyes de su país, como general y como primer ministro. Desde esa perspectiva no gozó de los márgenes que tienen los países donde no hay sistemas democráticos.sharon
Ante la muerte de Ariel Sharon solo se puede apelar a la memoria para ubicar su accionar como militar y como político, en el tiempo en que le tocó desempeñarse.
Sin esa perspectiva se puede incurrir en el graved error de juzgarlo desde un presente histórico, que ha atenuado las circunstancias gravísimas en que vivió y actuó.
Sharon contribuyó a que la existencia de Israel siga siendo una realidad en nuestros días. Su contribución será juzgada según el lado de la historia con que se lo recuerde.
Pero habiendo defendido a Israel, nuestra visión nos coloca del lado de su defensa y agradecimiento. Sus errores, además de los hombres, los juzgará el Eterno.
Mientras tanto yacerá en la tierra que defendió, como otros tantos hombres y mujeres del Pueblo de Dios.

Diego Acosta

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