Cuando llegue la noche de este día se encenderá la primera de las velas de la menorá, conmemorando la Fiesta de la Luz, una de las fiestas más trascendentes del pueblo hebreo.
La Luz siempre vence a la oscuridad y de este modo debemos hacer memoria de todo lo que el Señor nos ha dado y nos ha prometido, para no caer ni en el desánimo ni a tener temor ante las tinieblas.
Januká hace memoria de la victoria de los Macabeos sobre los griegos y la reconsagración del Templo de Jerusalén. Por eso una de las acepciones de la palabra hebrea que identifica a esta fiesta, es Inauguración.
También Januká significa Educación, en decir enseñar a nuestros hijos a hacer memoria de todo lo relatado en la Palabra de Dios, para que no nos olvidemos de su Grandeza.
En un sentido más amplio y con un gran contenido mesiánico, también Januká, se relaciona con el tiempo en que fue concebido por el Espíritu Santo, Jesús el Mesías.
La relación proviene de la Luz que rompe y triunfa sobre las tinieblas y porque Jesús es la Luz del mundo. Esta es una fiesta muy singular, porque se celebra siempre a partir de la caída de la noche.
Para decirlo en otras palabras, es un día laborable porque se entiende que la Luz siempre debe estar en movimiento, como siempre debemos estar en movimiento quienes nos llamamos hijos de Dios.
La tradición de encender las velas cerca de una ventana, tiene el propósito de ser Luz a las personas que están en tinieblas y también como testimonio de nuestra fe.
Como coherederos de las promesas del Eterno a Israel debemos comenzar a celebrar estas fiestas, que nos unen espiritualmente con el Pueblo que será bendición a todas las naciones.

Diego Acosta García