SÉPTIMO MILENIO: ¿Y LA LIBERTAD RELIGIOSA EN LOS PAÍSES ÁRABES? I

Por considerarlo de especial interés incluimos esta publicación del periódico ABC de España.

Predicadores del caos

Los clérigos radicales disfrutan de la nueva libertad televisiva para mandar mensajes intolerantes
Las mujeres, según Abu Islam, van a la plaza Tahrir «porque quieren ser violadas». La mayoría de ellas, ha asegurado este predicador radical desde el púlpito que le ofrece su propio canal de televisión, son combatientes cristianas, y el resto son «viudas a las que nadie controla». Algo parecido opina Hisham el Ashri, quien considera –y también dejó claro en televisión- que si las mujeres no quieren ser violadas, deberían cubrirse el pelo, también las cristianas. Otro telepredicador, Mahmud Shaaban llevó sus diatribas al terreno político y abogó por el apredicadoressesinato de los líderes de la oposición al presidente islamista Mohamed Mursi porque «el veredicto de Dios contra ellos es la muerte».
Los egipcios han abrazado con alegría las libertades que les ofrece el nuevo panorama televisivo del país, menos controlado por el gobierno y en el que florecen los debates y las críticas sobre la actualidad política y los gobernantes egipcios, algo muy restringido durante la época de Hosni Mubarak. Desde hace dos años, muchos más canales se han unido al espectro de la televisión por satélite con diferentes ideologías, tanto islamistas como seculares, lo que ha enriquecido la oferta. La nueva televisión, sin embargo, también ha servido de altavoz para una serie de voces radicales, cuya influencia parece ser escasa entre la sociedad egipcia, pero cuyas opiniones, a menudo intolerantes y sectarias, rayan o pasan directamente al terreno de la ilegalidad.
La semana pasada, tras la muerte del político izquierdista tunecino Chukri Bel Aid, las autoridades egipcias decidieron tomar cartas en el asunto y denunciaron las palabras de Shaaban, el predicador con cuya fatua (edicto islámico) televisiva ponía en peligro a los cabecillas de la oposición egipcia. La Fiscalía ordenó su detención, y actualmente se encuentra en libertad condicional.
Las mujeres, el blanco
Los responsables egipcios, sin embargo, no decidieron actuar hasta que no vieron reflejado en Túnez el peligro real que conllevan las palabras de un radical. Otras muchas de estas diatribas supuestamente en nombre del islam quedan totalmente impunes. Para algunos, es el precio de la democracia y la libertad de expresión. Para otros, una muestra de que el radicalismo ha encontrado un hueco en la nueva realidad egipcia.
«La mujer acaba siendo blanco preferido de este tipo de predicadores radicales»
«En cualquier democracia funcional hay normas, y en ningún país del mundo se permitiría que alguien hiciera un llamamiento a matar a unas personas por televisión. Este tipo de discurso del odio debe tener unos límites, pero aún pasará un tiempo hasta que veamos más control en este sentido», asegura a ABC Naila Hamdy, profesora de Comunicación de Masas en la Universidad Americana de El Cairo.
La mujer acaba siendo uno de los blancos preferidos de este tipo de predicadores radicales, una minoría en Egipto que se topan con la indignación y rechazo de muchos ciudadanos, pero cuyas palabras pocas veces tienen consecuencias legales. Esta misma semana, en el día de los enamorados, Ahmad Mahmud Abdula, más conocido como «Abu Islam», volvió a la carga para asegurar que las mujeres que salían a la calle en San Valentín eran prostitutas. «Cada prostituta elegirá a un tipo con el que pasará el día y la noche», aseguró el polémico predicador. «Nosotros (los musulmanes) no somos fornicadores, no cometemos pecados. El día de San Valentín representa para los cristianos un día para celebrar el adulterio y la prostitución», señaló Abu Islam, que ha sido denunciado en numerosas ocasiones por difamación de la religión. El pasado septiembre, durante los altercados que se produjeron frente a la embajada de Estados Unidos en El Cairo, el salafista y su hijo quemaron varios ejemplares de la Biblia, por lo que fueron acusados de insultar el cristianismo, aunque su juicio ha sido aplazado en varias ocasiones.
Otro clérigo, Mahmud el Naggar, recomendó en septiembre a sus televidentes que bebieran orina de camello que, según sus palabras, era un remedio islámico para enfermedades incurables. Predicadores como Abdelmoneim el Shahat han exigido que se cubran las pirámides y la esfinge al ser símbolos paganos, y algunos radicales han pedido a los musulmanes que no feliciten la Navidad a los cristianos, lo que obligó a la institución de Al Azhar, la mayor autoridad religiosa suní del mundo, a intervenir con una fatua para permitir las congratulaciones.
El islam «oficial», Al Azhar y el gran mufti de Egipto, han condenado en varias ocasiones este tipo de edictos radicales emitidos por supuestos expertos en religión islámica que son, en palabras del mufti, «declaraciones que sólo responden a los caprichos y deseos (de estos predicadores)».
Aunque estos radicales tienen escasos seguidores, el temor entre muchos egipcios es que sus salidas de tono y sus discursos incendiarios e intolerantes sirvan de detonante en este momento tan crítico y sensible de la realidad social egipcia. Como explica Naila Hamdy, «el país está muy polarizado y la televisión acaba siendo un reflejo de esa peligrosa división».

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