NO VIERON…

Tras su Gloriosa Resurrección, el Señor mostró sus manos y su costado a Tomás para que pudiera comprobar que efectivamente era ÉL.

El discípulo le dijo entonces: Señor mío y Dios mío!

Jesús habló entonces de los que creyeron sin haber visto, declarando que son bienaventurados.

Pero quienes son los que reciben esa Gracia del Hijo del Hombre?

Nosotros, todos nosotros!

Los que sin ver creemos que ÉL es nuestro Salvador, que Resucitó de la muerte y está sentado a la diestra del Padre en el Trono de la Gloria.

La cuestión de creer, evidentemente está vinculada con la incredulidad. Y sobre este aspecto tan profundo es bueno que reflexionemos.

Es triste comprobar cómo hay personas que son capaces de creer que descendemos de una simple criatura de pequeñas dimensiones y a la vez son capaces de negar a Dios.

Se contentan con tener por ascendientes a los monos y se niegan a aceptar lo que resulta evidente: Que somos producto de la Creación del Omnipotente!

Esta tremenda contradicción de los hombres, nos debe impulsar cada día más a llevar el Evangelio hasta los confines de la Tierra.

Especialmente a aquellos que sabiendo la Verdad la niegan y la sustituyen por simples teorías, que nunca dejarán de serlo por ser indemostrables.

Tengamos Amor y Misericordia por quienes viendo no creen. A aquellos que viendo las maravillas de la Creación son capaces de negar a su Autor!

Oremos por quienes se niegan a sí mismos, la Gran Verdad y demos gracias por creer, sin haber visto.

Juan 20:29 –  Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron.

João 20:29 – Disse-lhe Jesus: Porque me viste, Tomé, creste; bem-aventurados os que não viram e creram!

Diego Acosta / Neide Ferreira

LA BIBLIA – Juan 14

Jesús es el camino y el Espíritu Santo el Consolador que nos ayudará siempre!

1 No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.

En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros.

Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.

Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino.

Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?

Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.

Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto.

Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta.

Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?

10 ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras.

11 Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras.

12 De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre.

13 Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.

14 Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.

15 Si me amáis, guardad mis mandamientos.

16 Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre:

17 el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros.

18 No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros.

19 Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis.

20 En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros.

21 El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.

22 Le dijo Judas (no el Iscariote): Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo?

23 Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él.

24 El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió.

25 Os he dicho estas cosas estando con vosotros.

26 Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.

27 La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.

28 Habéis oído que yo os he dicho: Voy, y vengo a vosotros. Si me amarais, os habríais regocijado, porque he dicho que voy al Padre; porque el Padre mayor es que yo.

29 Y ahora os lo he dicho antes que suceda, para que cuando suceda, creáis.

30 No hablaré ya mucho con vosotros; porque viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí.

31 Más para que el mundo conozca que amo al Padre, y como el Padre me mandó, así hago. Levantaos, vamos de aquí.

www.septimomilenio.com

NO SE TURBE NUESTRO CORAZÓN

CONGREGACIÓN

SÉPTIMO MILENIO

Había un médico del campo que llevaba su perro consigo cuando iba a visitar a sus pacientes. El perro se quedaba afuera mientras el médico entraba en las casas para atender a la gente.
En una ocasión, el médico visitó la casa de un hombre con una enfermedad grave. Al hombre le quedaba poco tiempo de vida. El enfermo confesó al médico que tenía miedo y le preguntó: “¿Cómo es la muerte?”
El médico se quedó pensando. Luego se levantó y abrió la puerta de la casa. Su fiel amigo canino entró gozosamente, saltando de alegría al poder estar de nuevo con su amo.
El médico miró al hombre moribundo y le dijo: “¿Ves a este perro? No tenía la menor idea qué había de este lado de la puerta. Lo único que sabía era que su amo estaba ahí, y quería estar con él.”
“Así me siento en cuanto a la muerte,” el sabio continuó. “No puedo explicar todo lo que pasará, ni cómo se sentirá. No estoy de todo seguro qué habrá al otro lado de esa puerta. Pero yo sé quién está ahí, y eso me es suficiente. Estaré para siempre con mi Amo.”
La muerte es una cosa que da miedo. Hay mucha incertidumbre. Hay muchas cosas que yo desconozco. Algunas personas dicen poder explicar exactamente qué pasará cuando lleguemos a ese momento. Yo no. No sé todos los detalles de lo que pasará.
Otros quieren debatir cómo será la vida después de la muerte. No me uno a esas conversaciones. Hay mucho que yo no sé.
Pero sé quién me espera al otro lado de la puerta. Cuando deje este mundo, iré para estar con Jesucristo. Ese conocimiento me basta.
El apóstol Juan escribió: “Queridos hermanos, ya somos hijos de Dios. Y aunque no se ve todavía lo que seremos después, sabemos que cuando Jesucristo aparezca seremos como él, porque lo veremos tal como es.” (1 Juan 3:2) No sabemos lo que seremos, pero seremos como él. Y estaremos con él.
No tenemos que temer lo que está del otro lado de la puerta. Podemos enfocarnos en quién está al otro lado. ¿No es la mejor forma de enfrentar el final de nuestra vida terrenal?
Ante la muerte no vale la elocuencia, la sabiduría humana, el mucho dinero, sino la mayor riqueza que es LA GRACIA DE DIOS, esa condición que solo viene de Dios y te da la seguridad de que: «AUNQUE ANDE POR EL VALLE DE SOMBRA Y DE MUERTE NO TEMERÉ MAL ALGUNO PORQUE TU ESTARÁS CONMIGO» Salmos 23:4
No por nuestros méritos, sino por los SUYOS, sabemos lo que nos espera detrás de la puerta…Él fue a preparar morada para los que son de Él.
Juan 14:1-6
No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.
2. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros.
3. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.
4. Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino.
5. Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?
6. Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.

Pr. José Gilabert – España

www.septimomilenio.com