LLAMAR LAS COSAS…
Los refranes populares muchas veces tienen conceptos engañosos o que tienden a confundirnos, pero otras veces nos revelan cosas que sería muy importante tener en cuenta.
En esto pensábamos cuando escuchamos a una persona decir: Es necesario volver a llamar a las cosas por su nombre. Pocas palabras que encierran una gran enseñanza.
Especialmente en este mundo en el que vivimos en el que todo se diluye en las medias palabras, en las indefiniciones, donde lo ambiguo parece que tiende a ser más importante que lo categórico.
Si nos ponemos a pensar en esta suerte de hablar sin decir nada, en decir cosas sin comprometernos, en asumir posturas equívocas, es bastante fácil vivir, podríamos decir que muy plácidamente.
Pero es así como debemos vivir? Si obramos así quién hablará de la Esperanza y de la Salvación? Es para esto que fuimos llamados? Cada pregunta, genera muchas respuestas.
Llamar las cosas por su nombre es una exigencia que nos obliga a ser fieles a nuestra creencia, aunque las circunstancias no sean las adecuadas para mantener posturas de firmeza.
No fuimos llamados a la ambigüedad y menos a participar del peligroso mundo de las semiverdades. No tengamos miedo a hablar de la Verdad y mucho menos a hablar con la Verdad.
Éxodo 23:22
Diego Acosta García