RECLAMOS

Con un gesto de sufrimiento un hermano se quejaba sobre su situación personal, entendiendo que Dios se había olvidado de él y porque era un incomprendido por causa de sus actitudes que eran mal interpretadas.

La lista de los agravios era cada vez más grande y a pesar de los consejos, seguía creciendo en la misma medida en que esta persona se acordaba de nuevas situaciones que lo tenían por protagonista.

Era evidente que la queja llevaba también la intención de que quienes las escuchábamos compartiéramos su situación e incluso tuviéramos compasión de él. Y peor aún: las quejas mal escondían su voluntad de sentirse víctima.

Episodios más o menos parecidos comenzaron a repetirse, hasta que uno de los ancianos de la congregación, decidió conversar con él y profundizar en la cuestión de las quejas porque se estaba constituyendo en el centro de toda clase de comentarios.

El anciano le dijo: Amado hermano, muchos de nosotros estamos preocupados por tus quejas y también por los argumentos que empleas. Que sucedería si hablamos de alguien que soportó penurias mayores que las tuyas?

Escucharías si hablamos de alguien que sufrió más que tú?

El hermano dudó pero finalmente dijo: No creo que nadie tenga más motivos de quejas que yo. Pues te equivocas y por esa razón debes de arrepentirte y cambiar de actitud y ser franco contigo mismo.

Y quién sufrió más que yo, se puede saber? Sí. Jesús!

Ese fue el último día en que escuchamos sus quejas y el último día en que se mostró sufriente y digno de lástima.

Lucas 23:32-37

Devocional: Diego Acosta
Música: Neide Ferreira
www.septimomilenio.com
Edición: Daví Blumenthal
PactoNuevo – http://www.pactonuevo.org

Deja una respuesta