Fuimos testigos de un episodio tan sencillo como impresionante de lo que es el amor cuando se prodiga con sinceridad y cuando es fruto del corazón.
En un transporte público subieron varios jóvenes con síndrome de Down, que rápidamente se ganaron las simpatías de quienes viajábamos por su alegría y por sus ganas de vivir.
Junto con ellos estaban dos maestras, muy jóvenes, que en todo momento no solamente estuvieron pendientes de los chicos, sino que los animaron a participar de las pequeñas vivencias que proporcionaba un viaje en metro.
Les indicaron los nombres de las estaciones, poniendo especial cuidado de que todos participaran de ese ejercicio de conocimiento y aprendizaje, que tanto hacia disfrutar no solo a los chicos sino al resto del pasaje.
Cuando nos llegó el momento de descender, advertimos que nuestro ánimo había cambiado, estábamos alegres, animados e impactados por todo lo que habíamos visto.
Pero todo tenía una explicación: el impresionante ejemplo de amor que nos dieron dos jóvenes maestras que seguramente no conocen al Señor, pero si conocen del amor verdadero.
Nos quedamos pensando cuántas oportunidades tenemos al cabo del día de hacer partícipes a otras personas del Amor que recibimos de Dios. Y advertimos que el Señor nos estaba reclamando con este episodio, que no lo olvidemos.
Sofonías 3:17
Diego Acosta García