Es algo inherente a la condición humana esperar resultados de nuestras obras, esperar ver los frutos de lo que hicimos, pues son maneras de ejemplificar eso que en el mundo se llama éxito.
En realidad casi todo lo que hacemos está condicionado a esa necesidad que tenemos de lograr ver los resultados que demuestren que hicimos algo bien, para recibir el beneplácito de los demás.
Esta es la forma en la que se rigen la mayoría de los comportamientos en el mundo y es también la forma, en la que muchos de los que nos llamamos creyentes tenemos como normas de vida.
Pero es necesario que nos preguntemos: debemos ver los resultados de nuestras obras? Es esto lo que pretendemos cuando decimos servir a Dios con esfuerzo?
En realidad lo que debemos hacer es sembrar de la mejor manera posible para que, aunque sean otros los que recojan los frutos de nuestro trabajo, sepamos que no son los hombres los que nos darán la honra.
Entender este punto es fundamental para que no caigamos ni en el desánimo ni en la apatía, que general se originan cuando no vemos recompensados nuestro trabajo.
Servir a Dios supone que tendremos que sembrar sabiendo que solamente Él verá los resultados, aunque los hombres valoren por lo que vean y digan que no hemos sido fructíferos.
Gálatas 6:7
Diego Acosta García