Uno de los fenómenos más sorprendentes de la naturaleza, es para mí, la niebla o la neblina.
Es notable como la baja temperatura y un alto porcentaje de humedad, puedan producir efectos tan distintos como impactantes.
Incluso, cuando la niebla es leve, tiene el poder de distorsionar las figuras, las distancias y las perspectivas, convirtiendo en peligroso cualquier forma de movimiento.
Las más severas producen efectos fantasmagóricos, incluso sobre las personas, a las que recién vemos cuando prácticamente las tenemos delante.
Este invierno la ciudad en donde vivo, ha tenido varios días de neblina, más o menos intensas. Las imágenes que percibí, trajeron a mí, un antiguo consejo de mi padre.
Con la neblina debemos ser muy cuidadosos, pues lo que vemos no es toda la realidad y por lo tanto podemos cometer errores.
Como él vivió muchos años en una región de la Cordillera de los Andes, donde eran frecuentes las neblinas, conocía los efectos que producía.
Esta reflexión me llevó a pensar en mi propia vida, cuando parece que hubiera niebla o neblina delante de mí y aprecio todo distorsionado.
Quizás, la niebla sea como la influencia del mundo en nuestros hechos, que tiende a desdibujarlos, a hacerlos más leves y por lo tanto a facilitarnos que nuestra conducta tenga límites más difusos.
Por eso es peligroso que vivamos en un ambiente de neblina, porque la falta de perspectiva, nos puede hacer equivocar el único Camino que debemos de seguir.
Frente a esta clase de dificultades, lo válido es la prudencia. No permitamos que la neblina del mundo nos haga perder de vista o distorsione, lo único verdadero.
Proverbios 8:34
Bienaventurado el hombre que me escucha,
Velando a mis puertas cada día,
Aguardando a los postes de mis puertas.
Diego Acosta / Neide Ferreira