Hace unos años un amigo dijo que en el mundo había dos clases de personas: Las que hablaban cuando no debían y las que callaban cuando debían hablar.
Esto que podría interpretarse como un juego de palabras, más o menos ingenioso, tiene sin embargo una gran lógica.
Hablar cuando no se debe, es bastante fácil de explicar!
Pero callarse cuando no se debe, tiene muchas más facetas para comprender el verdadero significado de esta actitud.
La Palabra de Dios en su infinita Sabiduría nos enseña acerca de esta cuestión. Y reconozco que en su día también me enseñó.
Por qué callamos cuando deberíamos hablar?
Podría decir, que en la mayoría de los casos ante cuestiones difíciles, callarse es lo más cómodo, lo menos comprometido.
Me callo porque beneficia mis intereses personales, aunque con mi actitud esté perjudicando a quienes esperan que hable.
Me callo, porque creo que es mejor hacerlo ante los poderosos y de esta manera librarme de su ira o de su enfado.
Hay otras situaciones en las que también me callo, por mera conveniencia. Pero en el fondo tengo la seguridad de que estoy obrando incorrectamente.
En la Biblia se nos manda hablar con Justicia y también se nos manda hablar para defender a quienes no pueden hacerlo.
O no saben hacerlo!
Pienso que quedarse callado, es ni más ni menos que una doble mala acción. Porque estoy mostrando mi mezquindad y cobardía y también porque dejo de cumplir lo que se me ha dado como mandato.
No nos callemos nunca frente a la injusticia, aunque nuestro hombre antiguo, nos aconseje lo contrario.
Proverbios 31:9
Abre tu boca, juzga con justicia,
Y defiende la causa del pobre y del menesteroso.
Diego Acosta / Neide Ferreira