Por unas horas estuve viviendo en una casa donde residen dos familias, que recibieron el maravilloso presente de hijos recién nacidos.
Viví una experiencia reconfortante, porque en medio de la situación que plantea recibir a los primeros hijos, es asombroso como la Obra de Dios se proyecta sobre la vida de las personas.
Quién le enseñó a una joven a ser madre?
Quién le enseñó a comprender las necesidades de una criatura con horas de vida?
Quién le enseñó a los padres, a los esposos, a cuidar de sus esposas y de sus hijos?
Estas y otras cuestiones vinieron a mi mente y todas tuvieron la misma respuesta: Dios en su Grandeza y Misericordia, enseña a los humanos sobre las cuestiones fundamentales para conservar la vida.
Por muchos consejos que las personas mayores puedan dar a los jóvenes padres, ninguna enseñanza es mayor que la del Creador.
Tuve el privilegio de poder apartar unos minutos para reflexionar en todo lo que estaba viendo y viviendo y comprender la inmensa magnitud que tiene el nacimiento de un niño.
Y en mi predicación surgió el tema, inspirado por el Espíritu, para poder comprender lo que significa el nacimiento del Hijo del Hombre.
Así como un niño es una bendición para su familia, el nacimiento del Niño Jesús, es la bendición para toda la humanidad.
Maravillosa revelación que tenemos para que cada hombre y cada mujer, advierta todas las grandes Verdades contenidas en la Palabra de Dios.
Un niño nace de la unión de un hombre y de una mujer!
Un niño es el testimonio del milagro de la Vida!
Salmo 36:9
Porque contigo está el manantial de la vida;
En tu Luz veremos la luz.
Diego Acosta / Neide Ferreira