Todos los que hemos atravesado momentos difíciles, complicados, sabemos que constituyen una prueba necesaria después de la cual somos hombres y mujeres diferentes.
Cada uno podría recordar su más reciente momento de aflicción, de gran preocupación y con este ejercicio podemos recuperar como fue y que consecuencias tuvo.
Pero lo más importante que tiene la hora de la aflicción es la comprobación de algo que se nos enseñó desde el momento en que aceptamos a Jesús como nuestro Salvador.
Y no es otra cosa que el hecho de que Él nunca nos abandonará, nunca nos dejará solos y que será nuestro Consuelo, nuestro Intercesor ante el Padre.
También podemos comprobar en la hora de la prueba, que Jesús nos advirtió que en la vida tendremos aflicciones y esto transforma en verdad todo lo que dice, porque Jesús es la Verdad.
En la hora de la aflicción recordemos a quienes puedan estar pasando por momentos parecidos e intercedamos por ellos, porque aliviaremos nuestra situación y acercaremos a otros a la Gracia del Amor.
Es necesario no vivir temiendo que lleguen los malos momentos a nuestras vidas, porque llegarán solos, con nuestra inquietud o sin nuestra inquietud, pero debemos tener la certeza que entonces y solo entonces disfrutaremos del inmenso Amor del Eterno.
Isaías 51:1
Diego Acosta García