Repasando con un amigo algún tiempo de nuestras vidas, llegué a algunas conclusiones preocupantes, tanto para él como para mí.
La razón?
Advertí que los hechos que había recordado se parecían mucho a los míos, especialmente en lo relacionado a nuestra relación con Dios.
Hice memoria, del caso de las personas que se acercan al mar y permanecen en la orilla, con miedo a adentrarse en las partes más profundas.
Estas actitudes traducidas a las cuestiones espirituales, demuestran que con Dios hacemos lo mismo. Nos acercamos pero con límites.
Esto significa en mi caso miedo a asumir más compromisos que los necesarios, para no involucrarme en responsabilidades mayores.
Acercarse con esas precauciones es como tomar un atajo, que me aparta del Camino verdadero, pero que me permite hacer un recorrido más placentero, más cómodo y evidentemente menos exigente.
Sin embargo, el Espíritu me advirtió sobre esta cuestión con una sencilla pregunta: Y si el Eterno hiciera lo mismo? De solo imaginarme semejante posibilidad, pedí perdón y mi vida cambió para siempre.
En lugar de atajos, ahora tengo compromiso. Ya no doy un poco sino que me brindo todo, sin ninguna clase de reservas!
Deuteronomio 13:4
En pos de Jehová vuestro Dios andaréis;
a él temeréis, guardaréis sus mandamientos y escucharéis su voz,
a él serviréis, y a él seguiréis.
Deuteronômio 13:4
Após o Senhor, vosso Deus, andareis,
e a ele temereis, e os seus mandamentos guardareis, e a sua voz ouvireis,
e a ele servireis, e a ele vos achegareis.
Diego Acosta / neide Ferreira