Jesús nos dejó la enseñanza de lo que verdaderamente importa: ser fieles y obedientes al Padre. Todo lo demás es producto de lo que podríamos llamar la naturaleza humana.
Por eso al Hijo de Dios no le importaron las críticas que recibió por haber participado en comidas con publicanos o por visitar a quienes según la sociedad, no debía visitar.
Él asumió con absoluta rotundidad su papel y no le importaron las críticas y las opiniones, porque el fin último es establecer el Reino y su Justicia y todo lo demás es accesorio.
Cuando nos declaramos discípulos del Maestro debemos asumir que también tenemos que obrar como Él obró, es decir sin dejarnos influir por las opiniones de los demás.
Esto significa no vivir condicionados por los criterios de los demás, por sus juicios o por sus críticas. Lo importante es ser fieles a las enseñanzas recibidas.
En determinadas ocasiones y ante los hechos más irrelevantes nos sumimos en auténticos problemas porque nos detenemos a pensar, que pensarán los demás de nuestros pensamientos.
Los que nos llamamos hijos de Dios y discípulos de Jesús debemos comportarnos siempre como tales y dejar de vivir pensando en los juicios de los demás. Lo que importa es el único Juicio, el Final.
Salmos 72:2
Diego Acosta García