Mi padre contaba la historia de un amigo que tenía un burro al que le enseñó a vivir sin comer absolutamente nada. El éxito fue total, pero el burro se murió.
Esta historia plagada de la picardía de las personas sencillas tiene sin embargo un trasfondo que nos debería llevar a reflexionar sobre determinadas decisiones.
Tener un animal útil en las circunstancias en las que vivía el amigo de mi padre, era muy importante porque ayudaba en las tareas cotidianas que sustentaban la familia.
Enseñarle a vivir sin comer, aparentemente era una gran idea porque sería un gasto menos a considerar. Pero el burro al morirse, puso a su dueño en el lugar en que debía estar. Había errado por completo el camino.
Lo mismo nos puede ocurrir a nosotros con nuestra propia vida. Si cada día nos vamos alejando un poco del Señor para vivir como queremos, es posible que finalmente logremos alejarnos por completo.
Pero entonces que ocurrirá? Es verdad que habremos conseguido un éxito aparentemente importante, como sería vivir sin el Señor, pero habremos muerto a lo trascendente.
Las historias sencillas y a veces absurdas, nos aproximan a la realidad que tratamos de ignorar. Nuestra vida debe estar ligada totalmente al Señor, de hecho y de palabra, porque caso contrario buscaremos nuestro propio fin.
Efesios 2:12
Diego Acosta García