Un joven creyente mostraba fascinado los resultados de su nuevo trabajo, no solo por los importantes ingresos económicos que obtenía, sino también por la notoriedad que le estaba reportando.
El cambio en su vida era tan notorio que pronto comenzó a llamar la atención no solo de quienes estaban más cercanos a él, sino también de quienes compartían las reuniones dominicales.
Se estaba convirtiendo en un auténtico triunfador, en el hombre éxito que tanta atracción ejerce sobre las personas. Fue precisamente por eso que algunos hermanos mayores buscamos hablar con él.
Su primera reacción fue la de acusarnos de una insana envidia y de un desconocimiento total de las posibilidades que se brindan a quienes tienen osadía y talento.
Pero cuando comenzamos a profundizar en lo que estaba haciendo, quedó claro que muchas de las supuestas bondades de su trabajo, escondían maniobras que estaban alejando a nuestro hermano del Señor.
El dios dinero siempre exige compensaciones, cuanto más grandes son las cantidades mayores son sus exigencias. El hermano vislumbró lo que estaba haciendo y prometió enmendarse. Estamos orando por él!
Eclesiastés 5:10
Diego Acosta García