Uno de los hermanos de la congregación comentaba su sorpresa porque había recibido muchos reproches por su hábito de fumar, argumentando que si había un perjudicado era precisamente él.
Este argumento estaba basado en los mensajes dirigidos a dejar de fumar que se hacen frecuentemente en la sociedad para conseguir que los fumadores este hábito.
Varias de las respuestas que recibió lo primero que hicieron fue modificar el término hábito por el de vicio, con lo que cambiaba y bastante el enfoque con el que se trataba el tema.
Pero el hermano insistió diciendo que al fin de cuentas el hábito de fumar no era otra cosa que algo que se había adquirido con el tiempo pero que de ninguna manera se podía interpretar como algo contra Dios.
Siendo como era un hermano muy amado, intentamos ser lo más misericordiosos posibles, así que comenzamos a explicarle que no se trataba de quién era perjudicado con el cigarrillo.
Se trataba de entender que si éramos hombres y mujeres nuevos cuando nos arrepentíamos, se nos perdonaba, era incomprensible que siguiéramos conservando nuestros vicios del pasado.
La reacción fue sorprendente. Dijo: Sé lo mucho que me va a costar abandonar el vicio, pero creo fervientemente en el Señor y tengo la seguridad que Él me ayudará a dejar de fumar. Y dejó el vicio!
Proverbios 2:13-15
Diego acosta García