Durante un tiempo escuchamos a una persona exaltar la capacidad de control que tiene la mente, sobre prácticamente todas las cosas y todas las situaciones.
Su estilo enfervorizado cautivaba a muchas personas que se sumaban a lo que se daba en llamar: La mente tiene el control de todo…Frente a esto, solamente intentábamos hablar de Jesús.
Estos enfrentamientos dialécticos muy cordiales, terminaron abruptamente el día en que ella se lamentaba de su situación personal, por un grave fracaso que había sufrido.
Con el mejor de los ánimos intentamos hablar de Jesús, pero reaccionó de la peor manera posible. Nos acusó de aprovechar el momento para convencerla sobre alguien que ella rechazaba por completo.
Desde luego que no era esa nuestra intención, sino la de ayudarla con Amor y Misericordia. Pero ella no lo entendió así y se alejó por completo.
Lo único que podíamos hacer por ella, lo hacíamos cada vez que el Espíritu nos inquietaba y que no era otra cosa que orar. Tristemente, cuando la volvimos a ver nos causó una gran impresión.
No solo estaba muy desmejorada físicamente sino que tenía el aspecto de una persona que estaba como perdida, desconcentrada y desenfrenada a la vez y con escasa lucidez para apreciar su situación.
Intentamos hablarle de quién restauró nuestra vida, pero en un arranque furioso nos aseguró que nunca más la veríamos. A pesar de su penosa realidad, nos repitió su argumento: La mente tiene el control de todo…
No le pudimos decir nada más. Y seguimos orando por ella!
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira