Si advirtiéramos que alguien se desliza hacia una pendiente peligrosa, seguramente la diríamos que extremara los cuidados para no ser víctima de una maniobra errada. Si fuera una nave, le diríamos que se está aproximando a aguas peligrosas.
En otras palabras: Le diríamos al responsable de la maniobra que debería corregir el rumbo, porque caso contrario pondría en grave peligro su propia integridad y la de quienes lo acompañan.
Es evidente que a todos nosotros nos gusta el papel de quienes llaman a corregir errores de los demás. Se podría decir que esta forma de proceder alimenta nuestra vanidad y nos hace sentir superiores.
Pero que ocurre cuando se nos advierte que debemos corregir nuestro propio rumbo?
El enfoque sufre un cambio radical, porque por principio difícilmente admitiríamos que estamos euivocados y mucho menos reconoceríamos que efectivamente deberíamos variar la dirección por la que avanzamos.
La realidad de sentirnos en evidencia porque otras personas han advertido que estamos haciendo lo errado, es algo muy difícil de aceptar y lo más probable que a pesar de la indicación, perseveremos en el error.
Sería como un vano intento de variar la brújula de nuestra vida!
La Palabra de Dios nos advierte acerca de que no debemos ser insensatos y perseverar en el error es una de las manifestaciones de esa conducta. Cuando se trate se corregir algo que no estamos haciendo bien, no debemos caer en la necedad de negarlo!
Salmos 92:6
Devocional: Diego Acosta
Música: Neide Ferreira
www.septimomilenio.com
Edición: Davi Blumenthal
PactoNuevo – http://www.pactonuevo.org