En el extenso refranero de mi abuela materna, había uno que repetía casi constantemente: A donde irás, que más valgas…
Estas palabras eran aplicables a todas las personas que se expresaban pretenciosamente o bien tenían actitudes de superioridad.
Con su pequeña figura, mi abuela parecía que se defendía de esas formas de proceder, utilizando su célebre frase que finalmente se instaló en los dichos familiares.
Entre las muchas formas de manifestar la sabiduría popular, esta idea siempre la he retenido en mi memoria, porque me pareció que tenía tras su aparente sencillez hay una gran verdad.
En estos casos no puedo menos que acordarme de todas las enseñanzas que nos dejó Jesús, para que nuestra vida estuviera alejada de toda forma de soberbia y plena de humildad.
Lo que decía mi abuela, era evidente que estaba destinado a una persona que con pretensiones de ser importante o de parecer importante.
Por eso aquello de: que más valgas!
Interpreté esa segunda parte de la frase en el sentido de que por mucho que hagamos, por mucho que lo intentemos siempre seremos lo que somos.
Ni más ni menos!
Nadie es más importante, ni menos, que lo que el Soberano sobre todas las cosas, ha dispuesto. Nadie, por grande que sea su afán o su presunto poder.
Por eso nuestras ínfulas muchas veces resultan patéticas por lo necias y tristes por ignorantes. A donde irás…
Todos tenemos nuestra medida y todos seremos iguales en el Día del Juicio. Por el contrario, aquellos que hayan vivido intentando ser más que los demás, corren el riesgo…de ser menos que los demás.
Romanos 3:27
¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida.
¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras?
No, sino por la ley de la fe.
Diego Acosta / Neide Ferreira