A PROPÓSITO DE LA EUTANASIA

 

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A PROPÓSITO DE LA EUTANASIA

Consideramos de especial interés, esta carta que recibimos con relación a la publicación de las REFLEXIONES sobre la EUTANASIA INFANTIL. Las referencias personales fueron omitidas, pues pertenecen a la intimidad de quién remitió la carta y obviamente, no agregan nada al  fondo del tema

Has tocado un asunto que me hace hervir la sangre en las venas… como madre, como cristiana y como viuda reciente. Me explico:
Algunos amigos cercanos me han preguntado si he contemplado la posibilidad de eutanasia para mi marido, entonces enfermo terminal. Mi respuesta inmediata fue: no soy quién para decidir tal cosa, esa es una decisión personal, sólo el afectado puede decidir por su propia vida. Mi conciencia no me permite decidir por la vida o la muerte de nadie. Tras unos «peros», mi segunda respuesta fue: no hemos decidido nacer, ¿por qué tendríamos el derecho de decidir morir? Y luego he añadido mi punto de vista cristiano: el sufrimiento sirve para acercarnos a Dios, que es el Señor de la vida. Creo firmemente que el período que mi marido ha pasado enfermo, 13 meses, ha servido para que él abriera su oído y corazón a la palabra de Dios. Estoy convencida y siento paz.
Otra reflexión en esos 13 meses, en los cuales he sido su cuidadora constante, fue lo duro que es ver una persona sufrir una  lenta muerte. Pero en ningún momento, a no ser en las últimas 2 semanas, se me ha pasado por la cabeza adelantar ese fin, por lo contrario, todo esfuerzo era poco para que no sufriera y siguiera en vida. En las 2 últimas semanas, cuando él ya no podía hablar, moverse, tragar, mi único pensamiento y oración era «llévatelo, Señor, si te place».
Hasta aquí como viuda.
Como madre, hemos tenido una experiencia hace casi 28 años que me viene a la memoria ahora que ha surgido el tema de la eutanasia infantil. Tras un accidente, mi primer hijo sufrió un golpe en la cabeza que le partió el cráneo. Tras la limpieza, los cirujanos dieron 50 puntos en la zona y dijeron que no podían hacer nada más, por la cantidad de tierra y combustible que había en el exterior y el ancho de la abertura, seguro que había filtrado suciedades en el interior, contra eso no se podía hacer nada, solo esperar para ver qué pasa. Curiosamente, gracias al accidente detectaron en el niño una apendicitis perforada, que operaron. En la UCI, el pediatra de guardia nos aconsejó no dejar al niño solo, de un momento a otro la máquina a la que estaba conectado se podría parar, nadie con 4 años de edad podría sobrevivir a esa situación, o sea muerte eminente. No podríamos estar más desolados, ¡perder nuestro único hijo!
Pero Dios es bueno, no me canso de repetir. Unos días antes, leyendo la Biblia, me interesaron 2 textos en los que Dios usó a sus siervos Elías y Eliseo para traer a la vida a dos niños, hijos únicos de sus respectivas madres. Claro que no entendí la «casualidad», pero eso me dio coraje para imponer las manos sobre mi hijo en la UCI y orar por él, entregándole a Dios y dejándole en sus manos. Dentro de un mes el «niño» cumple 32 años, tiene una familia estupenda y en breve será padre por segunda vez.
Entonces me pregunto hoy: ¿Y si hubiera sido permitido optar por la eutanasia? Me la hubiera recomendado el pediatra de guardia? Como padres desesperados, viendo a tu hijo sufriendo y no pudiendo hacer absolutamente nada para rescatarlo, ¿lo hubiéramos aceptado? De no ser por la Biblia, yo, como madre que he vivido todo eso, diría que me lo plantearía, sin duda alguna.

La sociedad ya no sabe qué hacer con nuestro bien más precioso: los niños. En lugar de prepararlos para un futuro prometedor, digno, lleno de confianza, los queremos quitar de en medio. Quitamos de en medio todo lo que nos «hace sufrir». Lo borramos. Damos al botón DELETE.
Mi esperanza está en Dios, el Señor de la vida, mi Creador. El que ha estado conmigo en el vientre de mi madre, mientras era formado, a Él toda gloria.

REFLEXIONES sobre un tema que no puede dejar indiferentes a quienes nos llamamos Hijos de Dios.

Diego Acosta

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