CONGREGACIÓN
SÉPTIMO MILENIO
Cuando nació mi tercera hija, mi hermana me dijo: adopta un niño. Yo pensé: no tengo corazón adoptivo, amo a mis hijas y estoy feliz de que sean chicas. No sería capaz de adoptar un niño, ¿ysi llegará el día en el que yo lo rechazase?
Los años pasaron, mis 3 hijas crecieron y se volvieron mujeres preciosas, madres a su vez de hijos. Toda una alegría. Pero Dios tenía más para enseñarme.
Ya con 55 años, cuando pensé que no tendría más hijos, Dios me regaló dos chicas preciosas (sí, chicas también, ¡Pobre marido!) y me enseñó una cosa que ya sabía, pero que no conocía de esa manera: el corazón adoptivo de Dios Padre. El otro día, pasando por la ciudad donde ellas nacieron, intenté buscar en mi mente a las chicas que habían vivido allí, pero no las encontré. No podía identificar a mis hijas con aquellas niñas; no eran las mismas, eran otras. Ellas se parecen a mí: tienen la misma forma de pensar, de arreglar la casa, de cocinar y el mismo comportamiento ¡Tienen la misma identidad! Y fue ahí donde Dios me habló acerca de “su corazón adoptivo’’. Me emociono cuando lo pienso y hablo de ello.
Cuando Dios nos envió a Jesús fue para que aprendiésemos y nos convirtiésemos en sus iguales. Para que volviésemos a ser sus hijos. Para que nos identificaremos con él en su comportamiento,manera de hablar, de pensar, de actuar… en todo. Porque Jesús vino para romper con la ley, para que pudiésemos volver a tener acceso directo a nuestro padre, al Abba, en intimidad con él.
“ (…) Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos.Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo (…) De manera, hermanos, que no somos hijos de la esclava, sino de la libre’’.
Gálatas 4:3-7, 31
La imagen que me vino a la cabeza es: Dios nos ha recibido, nos ha puesto en su regazo y hadicho: no sé quien eras, pero sí sé quien eres.
Adopción; hoy entiendo esto.
Muchas veces, nosotros, por haber experimentado problemas de relación y aceptación connuestros padres biológicos (cosa mucho más común de lo que pensamos) medimos nuestrarelación paterna con Dios en esta misma medida. Por lo que no sabemos ser aceptados, nosabemos confiar sin miedo, no sabemos entregar y hablar con nuestro padre, nuestro Abba,como conviene. Como Dios es un Padre que conoce a sus hijos, en lo más íntimo. Él haprovidenciado al Espíritu Santo para enseñarnos esto. Dios ha enviado a su hijo para rescatar esta intimidad. Dios quiere restablecer esta relación con nosotros.
La mayor prueba de intimidad que tuve con mis dos hijas fue cuando, un Domingo por lamañana, ellas vinieron a mi cama y se acogieron en mi intimidad, sin miedo, sabiendo queserían aceptadas y nunca rechazadas. Dios había cambiado mi corazón no adoptivo en uncorazón entregado a ellas como con las otras tres.Si Dios me ha hecho entender eso dentro de mi corazón, ¿puedes imaginarte como él quiererelacionarse con nosotros? “Una diminuta mota de polvo como yo“, tal como diría el cantante.
Déjate ser “adoptado“ por Dios y recibe la libertad con la cual el te libertó y te hizo hijo de lalibre, y no más de la esclava. Sé libre de entrar en la presencia de tu padre y de derramartedelante de él, sin miedo a ser rechazado. Conoce esta libertad en el amor de tu padre, del Abba. Conoce el corazón adoptivo de Dios y vive este amor sin comparación, sin medida, de un padre para con su hijo. De Dios Padre, Abba, para contigo, su hijo adoptado a través de Jesús.
Elié Ferreira.