del SÉPTIMO MILENIO
Alabar a Dios es mucho más que cantar o tocar, es una vida rendida en admiración al Admirable, es dejarse guiar por el Consejero, es vivir bajo el gobierno del Príncipe de Paz.
Cuando es así no cantamos por cantar, cantamos con conocimiento y sabiduría y entonces alabaremos y se moverá el Espíritu de Dios. No es una emoción, es Poder de lo alto para sanar, liberar y transformar. Cuando es emoción, nos emocionamos y después… nada; todo vuelve a ser igual, vivir en derrota, fluctuantes y carnales. Hay que ser prudentes, declaramos tantas palabras sin poder cuando cantamos con emoción.
Hay una alabanza que dice:
«En todo momento alaba al Señor, en todo momento.
Cuándo hay risa, cuándo hay llanto.
Cuándo hay alegría o tribulación
Cuando llueve o cuándo sale el sol
Siempre alabo al Señor»
¿Son ciertas cada una de esas palabras, son vida en nuestra vida?
Si no son una emoción, saldrán de nuestra boca con poder, pero si no van impregnadas del Espíritu entonces serán palabras huecas y vacías, que perderán toda validez cuando terminemos de cantar.
(Porque Dios es el Rey de toda la tierra;
Cantad con inteligencia) Salmo 47:7
Dios no busca alabanceros ni cantantes, busca adoradores que le adoren en Espíritu y en Verdad.
Lourdes Diaz.