Jesús en su ministerio terrenal nos dejó un nuevo mandamiento: El de amar al prójimo, incluyendo al enemigo, estableciendo así los principios de Justicia del Reino.
Debemos confesar que este mandamiento nos ha causado perplejidad a lo largo de nuestros años de creyente, porque asumir que debemos amar a nuestros enemigos, es francamente difícil.
Cuántas veces nos habremos encontrado con situaciones en las que nos gustaría dejar de lado este mandamiento y obrar con humana pasión y tomar la justicia por nuestras manos.
Es eso lo que debemos hacer? Evidentemente no. La justicia de los hombres es inevitable que esté impregnada de las emociones y los sentimientos que nos caracterizan como especie.
Por tanto lo que debe primar es el mandamiento del amor, para que entonces podamos decir que hemos tenido dominio propio y haber sido capaces de hacer lo que se nos dio por mandato.
Aunque nos resulte difícil y aunque muchas veces lo querramos olvidar, el amar al enemigo nos coloca en una situación compleja pero que debemos asumir con plena conciencia.
Ser seguidores de Jesús tiene múltiples implicancias, algunas de ellas notablemente difíciles, pero que cuando las cumplimos nos dejan la paz y el gozo prometido por nuestro Salvador.
Éxodo 23:4
Diego Acosta García