EL ABUELO SALOMÓN
En cierta ocasión me encontré casi en la necesidad de hacer una especie de recuento relacionado con mis amigos. Y me llevé una gran sorpresa.
Estaba ante una situación complicada y me hice un listado imaginario y resultó que las personas a las que consideraba mis amigos, por diferentes razones no eran tantos como me había imaginado.
Y ahí descubrí la diferencia que existe entre amigos y conocidos. Gente con las que tenía trato, eran bastantes, pero aquellos a los que podía abrir mi corazón muy pocos.
A tal punto llegó esta especie de análisis desapasionado, que en mi mente comenzó a perfilarse la idea de que me había equivocado en mi planteamiento.
No tengo en realidad, prácticamente a nadie a quién considerar verdaderamente mi amigo. Y esto me llenó de tristeza, porque no pude encontrar con quién compartir mis momentos de dudas.
O a lo mejor, me había equivocado a quién debía buscar.
Diego Acosta