Desde hace años se viene trabajando para revelar la grandiosidad de los estratos de la más antigua y gloriosa Jerusalén.
El gran poeta judío Yehuda Amijai, escribió:
Jerusalén es como una Atlántida que se hundió en el mar,
todo está sumergido y hundido.
Esta no es la Jerusalén celeste, pero hay una abajo,
muy abajo. Y desde el fondo del mar hay que sacar a relucir muros en ruinas
y fragmentos de credos, como vasos de cubiertos de óxido. Ese no es el óxido, que es la sangre que nunca se ha secado.
Lo cierto es que debajo de la ciudad ya se pueden caminar cientos de metros, orar en espacios subterráneos destinados al culto y ver espectáculos en cavernas y pasillos.
Los planes hacen previsiones para que la restauración de la verdadera ciudad antigua, que se encuentra debajo de la visible, pronto permitan ver lo extraordinaria que era la ciudad de David.
Se asegura que las excavadoras trabajan respetando la dignidad del Monte del Templo. Se tiene especial cuidado para evitar las reacciones de los islamistas.
La impulsora del proyecto es una asociación sin fines de lucro, Elad, que en los últimos 20 años ha asumido el compromiso con la arqueología de Jerusalén y de Israel.
También se trabaja en el antiguo asentamiento de Silwan, donde el reciente descubrimiento de casas con más de siete mil años de antigüedad, ha obligado a replantear la historia conocida de la ciudad.
Se han hecho hallazgos de notable trascendencia. Mientras tanto continúan las obras. Y las polémicas.
Diego Acosta
Fuente: Haaretz – Israel
