CARTA DE BERLÍN. LA REFORMA

Hola.
Hoy se cumple un nuevo aniversario del momento en el qca31oc13ue Martín Lutero tomara la decisión de exponer sus argumentos, en un acto que pasaría a la historia.
Lutero cambió el curso de la historia, conociendo la realidad de la vida al vivir en un humilde hogar en un pueblo cerca de Eisennach, donde sus padres a pesar de todo decidieron que estudiara.
Debió asumir su condición de estudiante pobre y vivir a expensas de las ayudas de los ricos. Esto seguramente le permitió tomar contacto con la realidad que se podía vivir lejos de los ámbitos religiosos.
Desde que colocara su Tésis en la puerta de la Catedral de Wittenberg, consagró su vida a la divulgación de las ideas que con el paso del tiempo transformarían al mundo.
Tres escritos le valieron ser excomulgado de la iglesia católica. Los títulos son reveladores de su pensamiento: Llamamiento a la nobleza cristiana de la nación alemana, La cautividad babilónica de la Iglesia y Sobre la libertad cristiana.
Las dudas que lo llevaron a tomar los hábitos le permitieron entender que el perdón no se alcanza ni con las penitencias ni con las buenas obras. Simplemente bastaba con aceptar el perdón de Dios.
Así fue como aceptó como revelación la palabra del profeta Habacuc, recogida luego por Pablo: El justo vivirá por su fe.
Estos conceptos fundamentales fueron los que lo llevaron a oponerse frontalmente a la venta de las indulgencias que propiciaba la iglesia católica, para financiar entre otras cosas la obra del Vaticano.
En estos tiempos tan difíciles que vivimos es importante recuperar el espíritu del pensamiento de Lutero. Su confrontación con la vida de lujo y la soberbia de quienes debían servir y en cambio eran servidos.
La vida de Lutero tiene todos los claroscuros de la vida de los hombres, porque él era un hombre como los demás. Con sus grandes virtudes y también con sus grandes errores.
De lo que no cabe duda es que fue el hombre que Dios eligió para una empresa inacabada, como es recuperar el Evangelio de Cristo para todos los hombres.
Gracias y bendiciones.
Diego Acosta García

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