LA BIBLIA ENSEÑA
EL ORIGEN DE LA HUMANIDAD -VI
Génesis 2:9
Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer; también el árbol de vida en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del mal.
En aquel maravilloso lugar que era el Edén, seguramente el más bello que el hombre pudiera contemplar, Dios había plantado en su centro el árbol de la Vida para que de sus frutos se pudieran sustentar las joyas de su Creación.
Esta cuestión revela como obra el Creador con relación a los suyos. No solo se preocupa de su alimentación, sino que también lo hace con relación a aquello que es tan importante para nuestra especie: La estética.
El árbol de la vida, además de generar el sustento alimenticio, era delicioso para la vista, es decir muy agradable para mirarlo.
También plantó Jehová el árbol de la ciencia o del conocimiento del bien y del mal.
Podemos preguntarnos: Cuál fue el Propósito del Eterno de que el hombre que fue formado a su imagen y semejanza, tuviera conocimiento del bien y del mal?
La respuesta es compleja, pero una aproximación más o menos concreta, podría ser que el hombre Creado por el Eterno, si tenía conocimiento del bien. Esto resulta de haber sido creado según el modelo del Bien en sí mismo, en su más elevada expresión y por haber estado al lado del propio Dios.
Lo que el hombre sí desconocía era el significado del mal, que es exactamente lo opuesto de todo lo que representa el Eterno.
Este razonamiento nos debería hacer reflexionar acerca de cómo desde el primer momento de la existencia del hombre, su vida estuvo vinculada con esa compleja relación tanto con el Bien como con su opuesto, el mal.
Lo cierto es que esta alternativa estaba manifiestamente a la vista, en el centro del Edén. Se trataba de dejar en evidencia lo que sería una decisión relacionada con la obediencia tanto del hombre, como de la mujer, que los haría separarse de forma voluntaria de la relación que tenían con Jehová.
Esto lo debemos interpretar como la aplicación de lo que podemos llamar el “libre albedrío”. Una cuestión fundamental en el vínculo Creador-hombre.
Diego Acosta