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Los personajes públicos tienen la alta responsabilidad de obrar en función de la importancia de su posición social. Esto es ineludible y además indispensable.
Esta afirmación se origina en las actitudes de algunos personajes, que utilizando su notoriedad, se muestran partidarios de apoyar situaciones que tienen un gran respaldo popular.
Es decir, apoyan causas que les sitúa en el corazón de muchas personas que se sienten identificadas con ellos, pero sin medir sus consecuencias ni tampoco lo que tienen de ejemplares sus actitudes.
El llamado populismo, afecta por igual a todas las personas y en el caso de quienes tienen notoriedad, deben ser absolutamente ecuánimes con todas las situaciones.
Por esto se les debe reclamar la máxima coherencia. Es muy fácil respaldar posiciones que tienen una cierta popularidad y en cambio es muy difícil apoyar otras que significan asumir un compromiso por causas relevantes y que se enfrentan tanto a poderes económicos o políticos.
Las personas públicas se convierten en referentes y por tanto es legítimo que se les reclame que sus posturas defiendan todos los derechos y no algunos, ignorando a otros que resultan igual de relevantes, pero más comprometidos desde el punto de vista personal.
Y el resto de la sociedad, deberíamos recordar lo que nos demandó Jesús: No os dejéis engañar!
Diego Acosta