CONGREGACIÓN SÉPTIMO MILENIO

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LA HORROSA REALIDAD

Quienes nos llamamos hijos de Dios vivimos la milagrosa certeza, de ser hijos del Supremo, pero viviendo no en el mundo sobrenatural, sino en un mundo más que concreto.
Tal vez por esto tengamos tantas dificultades de entender lo que ocurre a nuestro alrededor, de entender el verdadero significado de algunos hechos y sobre todo, de llegar a asumir las posturas correctas en cada momento.
La Palabra nos enseña y nos urge a escudriñar, porque es la única manera que tenemos los humanos de constatar lo que Dios nos manda en cada situación, por compleja y difícil que nos resulte.
Los brutales acontecimientos que se han vivido en los últimos días, nos colocan ante hechos que nos hacen dudar de la verdadera perspectiva que tienen.
Son simplemente hechos criminales?
Son simplemente hechos que debe perseguir la Justicia?
Son simplemente hechos de fanáticos?
Las tres preguntas tienen respuestas parciales afirmativas. Estamos frente a hechos criminales, que deben ser juzgados por la justicia de las sociedades y son fanáticos sus ejecutores.
Pero que hay detrás de tanta brutalidad, de desprecio por la vida humana?
Indiscutiblemente se trata de una cuestión que trasciende las formalidades del terrorismo y se inscriben en los hechos religiosos.
Pensemos en los niños musulmanes que son enseñados desde muy pequeños, que la verdad está en el Islam y que todos quienes no pertenecen a esa fe son infieles y por tanto son sus enemigos.
Se puede esperar que no haya fanatismo con estas enseñanzas?
La falta de condena de forma total frente a los terribles acontecimientos que hemos vivido recientemente, comprueban que pese a los intentos de censurarlos, se encuentra la realidad: Ellos son musulmanes y han tenido las mismas enseñanzas que los asesinos.
Por tanto pedir castigo para quienes han cometido terribles crímenes contra personas inocentes, es casi absolutamente imposible.
Por eso es que podemos concluir que la cuestión de los musulmanes, es más que difícil de entender desde la perspectiva de quienes pertenecemos al mundo occidental.
Y mucho más para quienes nos llamamos hijos de Dios. No debemos confundirnos, en cuanto a que tenemos el mismo Dios que los musulmanes.
Nuestro Dios es Único. Y solamente a ÉL debemos reconocer.
Mientras tanto oremos por Justicia y Misericordia, por quienes tienen los ojos del corazón cubiertos con la venda del fanatismo.

Diego Acosta

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