CONGREGACIÓN SÉPTIMO MILENIO

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LA RESTAURACIÓN DE LOS QUE CAEN

Hermanos, aun si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradlo en un espíritu de mansedumbre, mirándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. Gálatas 6.1 (LBLA)

La restauración de los que han caído por el camino es una de las responsabilidades importantes de los que son parte del cuerpo de Cristo. El error, el fallar, el caer ante las debilidades es parte de la realidad de la vida cristiana y constantemente produce estragos en la familia de Dios. De manera que hacemos bien en prestar particular atención a las instrucciones que da la Palabra sobre el tema, para que nuestra tarea de restaurar sea correcta.

En primer lugar, la palabra «restaurar» significa devolver algo a su estado original, su funcionalidad, repararlo. No ignoramos que muchas veces la llamada «restauración» de una persona en la Iglesia ha sido exactamente lo opuesto de esto. En lugar de llevarla otra vez a un estado saludable, la persona ha sido hundida en un pozo de condenación, del cual algunos difícilmente se han recuperado. Dios, sin embargo, nos enseña en esta porción de la Palabra a trabajar en la reparación de vidas.

En segundo lugar, la restauración debe llevarse a cabo en un espíritu de mansedumbre. Quiere decir que toda forma de agresión, violencia e ira deben estar ausentes en la persona que realiza la restauración. Esto es precisamente porque estas actitudes son las que más entorpecen el proceso de reparación. Por el mismo engaño del error, el que debe ser restaurado va a ofrecer cierta resistencia. Si queremos evitar, sin embargo, que esa resistencia se convierta en rebeldía, nuestra actitud debe ser de ternura y mansedumbre. Esto se puede lograr sin dejar de lado la firmeza necesaria para la confrontación.

Lo que más nos va ayudar en todo este proceso es mirar nuestras propias vidas. Nada nos hace tan implacables y duros como la soberbia que viene de creer que nosotros nunca hubiéramos caído como cayó nuestro hermano. Recordar que nosotros estamos sujetos a las mismas debilidades nos ayudará a proceder con mucha misericordia y dará lugar a que la Gracia de Dios actúe profundamente en la vida del caído.

Pr. José Gilabert – España

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