CUANDO HABLAMOS…


La Palabra de Dios nos formula muchas advertencias relacionadas con lo que hablamos y más específicamente acerca de cómo hablamos y el sentido de lo que hablamos.

Esto tiene un especial valor cuando nuestras palabras están dirigidas a personas que por su edad, su formación o su experiencia, pueden ser muy influenciables por nuestros argumentos.

De allí la importancia que tiene lo que hablamos porque podemos influir de una manera inadecuada, inoportuna o improcedente, a personas que todavía no están en condiciones de poder evaluar lo que decimos.

Las advertencias de la Palabra nos obligan a ser especialmente cuidadosos con nuestras expresiones, que muchas veces reflejan más que juicios, estados de ánimo.

Es necesario que los hombres y las mujeres que tenemos experiencia y experiencias en las cosas de Dios, seamos muy prudentes y cuidadosos con las expresiones que hagamos públicamente.

El Apóstol Pablo nos advierte acerca del cuidado que deben merecernos los más débiles y los más nuevos en la fe, porque les podemos causar grandes daños sin tener la menor intención de hacerlo.

La vida cristiana demanda gran prudencia, sensatez y sobre todo la permanente ayuda del Espíritu Santo para que seamos sostén y apoyo de quienes esperan de nosotros la guía oportuna y el ejemplo necesario.

Proverbios 24:3
Diego Acosta García

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