Frecuentemente utilizamos palabras que aún teniendo distinto significado, creemos que pueden llegar a representar lo mismo. Esta confusión la trasladamos para identificar nuestros comportamientos.
Algunos creemos que lo que llamamos resultados en la vida de las iglesias, es lo mismo que los frutos que solamente provienen del Espíritu. Establecer con precisión la diferencia nos ayudará a entender lo que debemos hacer.
Se preguntaba una joven creyente acerca de esta cuestión, cuando por una enseñanza equivocada, había creído que cuando se establecen objetivos en una iglesia, es lo mismo que dar frutos.
Esos objetivos son una especie de deformación de la vida de la congregación, porque los resultados que se esperan de nuestra labor, nunca podrán ser frutos espirituales.
Para ello basta simplemente confrontar los resultados, que generalmente son números de las cosas que hicimos, de las reuniones que realizamos, de las visitas que concretamos.
Es posible comparar rellenar planillas para reflejar nuestro trabajo con los frutos? Recordemos cuáles son: Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza.
Debemos aprender a diferenciar las cuestiones que son relativas a los pensamientos de los hombres, con las cosas que provienen de sus propias ideas, con aquellas que producen la fe en Cristo.
Aclaremos la confusión.
Si se pretende convertir a la iglesia en una fábrica de resultados entonces tendremos que rendir cuentas a los hombres. Si pretendemos dar frutos provenientes del Espíritu, tendremos que rendir cuentas al Señor.
Gálatas 5:25-25
Diego Acosta
Música: Neide Ferreira