La Biblia en su infinita capacidad de enseñanza, nos revela hasta que punto los hombres nos equivocamos al tomar decisiones que nos llevan a utilizar cualquier medio para conseguir lo que nos proponemos.
En dos versículos la Palabra de Dios con una tremenda ironía deja al descubierto a quienes se afanan por lograr riquezas con una desmesura impropia de seres pensantes.
Es tan equivocada esta actitud, que ignora que ni la más grande de las riquezas podrá ser utilizada como rescate ante la muerte que llegará inexorable a todos los seres vivientes.
Los bienes materiales no solo no podrán ser usados como rescate, sino que tampoco impedirán lo que llamamos la segunda muerte, es decir permanecer en la eternidad apartados de Dios.
Todo está relacionado con lo que tengamos en el corazón. Si el dinero nos domina seremos capaces de cualquier cosa por multiplicarlo y de cosas peores, por mantenerlo.
Es tan cruel el dinero que cuando convierte el afán en avaricia, hasta priva a sus poseedores de cualquier forma de disfrutarlo, porque los lleva a ansiarlo vorazmente, cada vez en mayores cantidades.
Nadie puede pagar su eternidad ni nadie podrá impedir su propia muerte, cualquiera sea su condición y por grande que sean sus posesiones y riquezas terrenales.
El dinero tiene el valor que le concedamos. Puede ser de bendición cuando bendecimos o puede ser de destrucción cuando nos autodestruimos, amándolo más que al propio Dios.
Salmo 49:10
Diego Acosta
Música Neide Ferreira