Uno de los grandes hombres de la Biblia nos dejó una enseñanza tremenda cuando solamente era un muchacho, cuando todavía no había asumido la alta responsabilidad que habría de tener como rey.
Cuando solamente era un joven pastor preocupado por la manada que se le había encomendado, demostró que toda su confianza la tenía depositada en el Dios Único y Verdadero.
Podemos pensar que este joven vivió circunstancias excepcionales, pero si lo analizamos no son menos problemáticas que las que debemos de asumir cotidianamente.
Si el mundo en otros tiempos era difícil y complicado, en nuestros días casi podríamos presumir que los nuestros lo son aún peores, porque nos estamos acercando al principio del fin.
David siendo muchacho no tuvo ningún reparo en asumir el desafío que los hombres mayores, los mismos que lo hacían a menos, no eran capaces de enfrentar.
No es necesario que seamos ni temerarios ni siquiera valientes, es necesario que seamos hombres y mujeres con la misma convicción y certeza de David. Porque siempre habrá filisteos con quienes luchar.
Obremos pensando que es Dios quién nos guardará, nos protegerá y nos librará del mal, siempre que tengamos depositada toda nuestra confianza en su Grandeza Eternal. Tal y como lo hizo el joven David.
1 Samuel 17:45
Diego Acosta García