CONGREGACIÓN
del SÉPTIMO MILENIO
En el Capítulo 26 del Libro de Isaías, que conocemos como el Cántico de Fe en Jehová, hay una impresionante referencia al malvado y por extensión a los malvados.
En el versículo número 10 el profeta nos enseña acerca de que los malvados que reciben Gracia sin aprender Justicia, seguirán haciendo el mal.
Esta afirmación tan rotunda se enfrenta a la natural disposición de comprensión que tenemos los humanos e incluso a la manifestación de esa perniciosa práctica, que es la tolerancia.
Tanto una cosa como la otra la ponemos en práctica, pensando siempre en que es posible recuperar a quienes se encuentran en pecado.
También lo aplicamos a quienes son hacedores de maldad, creyendo que la sola buena intención puede modificar sus hábitos.
Pero por qué el profeta nos advierte acerca de ellos?
Por qué pone tanto énfasis en la condición previa de aprender Justicia, para que la Gracia pueda obrar en sus vidas?
Si valoramos estas palabras en el contexto, apreciaremos que el profeta se está refiriendo a la Justicia y a la necesidad de que los seres humanos comprendan el significado superior que adquiere cuando proviene del Eterno.
Entonces podremos entender la cruel realidad que se describe acerca de los malvados. A pesar de todo lo bueno que hagamos por ellos, persistirán en su maldad.
Aún cuando la Gracia provenga del propio Dios, a quién con toda soberbia y guiados por sus malos pensamientos, darán la espalda.
Por estas razones estamos advertidos acerca de cómo se comportan estas personas y sobre todo, el daño que pueden provocar en una congregación.
Daño, porque los miembros más nuevos y los más débiles en la fe, pueden mal interpretar que los mensajes de Misericordia hacia los malvados, sean una forma de dejar pasar sus hechos reprobables.
De que servirían todos los intentos por acercarse a Jesús, si a los malvados se los consciente, se los ayuda, se los apoya y no se los sanciona?
El malvado debe ser enseñado sobre la Justicia del Todopoderoso y cuando la haya aprendido, recién entonces debe recibir todo el Amor y la Misericordia que estamos obligados a dar al prójimo y fundamentalmente al que debe arrepentirse de sus pecados.
Diego Acosta