Un joven creyente comentaba que le costaba trabajo comprender como siendo débiles podíamos ser fuertes, como siendo el más pequeño podía ser el más fuerte.
Estos son los preciosos momentos en los que debemos obrar como hermanos mayores y poner toda nuestra misericordia y nuestro amor para llevar el mensaje correcto.
Son también estos momentos en los que debemos obrar con humildad y mansedumbre para que nuestra vanidad no se ufane al advertir que sabemos más que otra persona.
Esa es la cuestión: No sentirnos más que nadie ni menos que nadie. Como ocurre con los débiles que se transforman en fuertes cuando obran bajo el Poder de Dios.
El joven creyente advirtió que esta era una cuestión espiritual y no material, que nada tenía que ver ni la fortaleza física ni tampoco el dinero o la prepotencia con la que obramos.
El débil es fuerte porque Dios lo hace fuerte, porque Dios conoce el corazón de los suyos y sabe cuando estamos obrando con humildad y bajo su Soberana Voluntad.
Nunca nos olvidemos que un día fuimos jóvenes creyentes y nunca nos olvidemos que nuestra sabiduría humana se transforma en una sabiduría superior, cuando procede de Dios.
Romanos 14:1
Diego Acosta García