Blog del TIEMPO
En estos tiempos de confusión, de medias verdades o de supuestas buenas intenciones, creemos que es importante refirmar conceptos fundamentales.
Nos referimos al matrimonio, la institución establecida por Dios. Ahora hay quienes hablan sobre él por conveniencia, oportunismo o simplemente por perseverar en graves errores.
El Eterno estableció el matrimonio únicamente entre un hombre y una mujer. No existe por tanto otra unión verdadera frente a este Mandato perpetuo.
Nadie puede permitirse cambiar lo que Dios determinó como una norma hasta el fin de los tiempos. No es posible tratar de adecuar con buenas o malas intenciones una institución que definitivamente representa uno de los fundamentos de nuestra creencia.
Así fuimos Creados hombre-mujer y para que no haya ninguna y ni siquiera margen para debatir, recordamos lo que establece la Palabra de Dios, en el Libro de Génesis capítulo 2 versículos del 23 al 25:
Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona,[a] porque del varón[b] fue tomada.
24 Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.
25 Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban.
Nadie se puede considerar exento de este Mandamiento ni nadie puede eximir a nadie de su cumplimiento.
Diego Acosta