DEVOCIONAL
Estaríamos dispuestos a predicar en el desierto como lo hacía Juan el Bautista? Difícilmente, porque antes nos aseguraríamos qué alguien pudiera escucharnos.
Al hijo de Elizabeth venían vecinos de Jerusalén, Judea y de las poblaciones cercanas al Jordán y su mensaje era siempre el mismo: Arrepentíos.
No complacía a quienes llegaban hasta la ribera del río, sino que les reclamaba que se arrepintieran y dieran frutos que demostraran su arrepentimiento por los pecados cometidos.
Esa dureza que exhibía ante los fariseos y saduceos que venían para ser bautizados, demostraba que no estaba allí para lograr aceptación y por eso los llamaba generación de víboras.
Solamente estaba abriendo el camino para la llegada de quién él, Juan, se declaraba, que ni siquiera era digno de llevar su calzado. Y el que vendría los bautizaría con el Espíritu Santo.
La grandeza de Juan, es el testimonio de su humildad. De allí la pregunta si seríamos capaces de predicar en el desierto. Lo haríamos por Jesús o por nosotros?
Mateo 3:12
Su aventador está en su mano, y limpiará su era;
y recogerá su trigo en el granero,
y quemará la paja en fuego que nunca se apagará.
Diego Acosta / Neide Ferreira