Blog del TIEMPO
Los días pasan inexorables, unos tras otros y van desgranando los meses, los años. Dejamos atrás lo que parecen jornadas inolvidables y volvemos a la realidad.
Es entonces cuando aparecen los primeros síntomas de decaimiento, de apatía, de retornar a la rutina que devora lo mejor de cada uno.
Todos los años igual!
Por qué?
Simplemente porque nuestros sentimientos y nuestras emociones ocupan un lugar demasiado importante, cuando deberíamos vivir estos días tan significativos, con más serenidad, con más profundidad.
Ahora comprendemos que ni los regalos que entregamos ni los recibidos, cambian este aspecto tan especial de nuestro interior.
Las buenas obras no dependen de la euforia de las promesas de días mejores, sino de la actitud del corazón, esa que solamente Dios puede ver.
Las buenas palabras son solamente expresiones verbales, si no se corresponden con cuestiones concretas. Así es la fe, que solo la manifestamos con nuestros hechos.
Solamente poniendo nuestra mirada en lo Alto, podremos liberarnos de las circunstancias que nos llevan a un nivel de euforia injustificado con la lógica consecuencia, de una depresión, también injustificada.
Afrontemos la realidad que nos depara cada día, como se nos ha enseñado en la Palabra: Cada uno tiene su propio mal y su propio afán.
Diego Acosta