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Veinte años después de haber escrito El origen de las especies, su autor reveló en varias cartas que su profunda creencia de que la naturaleza no daba saltos, temblaba a la sombra de un evento extraordinario en la historia.
Este auténtico tormento para Charles Darwin , quedó expuesto en una misiva que le dirigió al botánico inglés Joseph Hooker, en el que abordaba el tema con tanta carga dramática, que marcó a generaciones de especialistas.
Le decía: Acabo de leer el ensayo de de John Ball, acerca de la flora de los Alpes europeos y añadía: hasta donde podemos juzgar, el rápido desarrollo de todas las plantas superiores en tiempos geológicos recientes es un abominable misterio.
Ese abominable misterio, no es alguna criatura monstruosa, sino el de las plantas con flores. La repentina aparición de plantas con flores era desconcertante para todos los que creen en cualquier forma de evolución, especialmente para los que creen en una evolución en extremo gradual.
Este grupo conocido como angiospermas surgió según Darwin, hace unos 130 millones de años y en ese tiempo logró diversificarse en 300 mil especies, convirtiéndose así en el más diverso del reino de las plantas.
Y el propio autor de la teoría advirtió que no iba a esconder el tema bajo la alfombra, que de verdad es algo que lo volvía loco. El problema de los orígenes y diversificación de las angiospermas no lo inquietaba, pero sí por ser la excepción más extrema.
Frente a esta situación, podría plantearse otra teoría, que era que las plantas con flores habían sido creadas milagrosamente, lo que equivalía aceptar la otra explicación del origen de la vida en la Tierra, es decir el Creacionismo.
Finalmente Darwin tenía razón en mostrar su preocupación frente a las flores, porque siendo sencillas y bellas como son, bastaron para destruir su teoría. Todo fue Creado y todo tiene un Autor: Dios.
Diego Acosta